domingo, 15 de mayo de 2011

Presentación

Sukyo Mahikari, (en japonés: Luz de verdad), es una asociación religiosa japonesa que busca llevar al hombre a la tranquilidad física y espiritual a través de la llamada "luz verdadera". Las reuniones y sesiones de imposición de mano en el Perú se llevan a cabo en un templo ubicado en la Av.Cesar Vallejo 455, Lince - Lima. Este grupo religioso se encuentra conformado por hombres y mujeres pertenecientes a diferentes religiones, principalmente de clase media y alta, en su mayoría de edad promedio o avanzada y en pocos casos por niños traídos e incentivados por sus propios padres. La técnica de purificación del alma y de los tres cuerpos (espiritual,astral y físico), es una de las características más importantes, al igual que la gran variedad de sus enseñanzas, en las cuales se abordan temas tales como la salud y cómo lograr una larga vida duradera, la ciencia y los avances del mañana, los principios del universo y su planteamiento de cómo lograr vivir en armonía con el entorno, y finalmente el mundo invisible, en el cual se esclarecen cuestiones tales como la filosofía del más allá.


Antecedentes de la asociación religiosa : Mahikari

El fundador de esta asociación es Kotama (Yoshikazu) Okada (Japón 1901-1974). Okada fue un antiguo oficial de la guardia Imperial Japonesa. Después de la II Guerra Mundial, Okada se adhirió a un movimiento de tipo religioso llamado, Sekaj Kyusei Kyo, fundando en 1934 por Moshichi Ikada, disidente de la secta motokyo. Kotama Okada declaró en 1959 haber escuchado en su interior la voz de la divinidad que le impuso su misión y el nombre de “Kotama” que significa “esfera de luz”. Ese mismo año Okada publica, Le Goscigen, libro de las palabras Sagradas, donde hace revelaciones en las cuales dice haber recibido del <Dios supremo, creador del Universo, por medio de un mensajero>. Esta asociación tiene como fecha de su fundación formal en el año 1960. 

En el año 1974 Okada pasa a mejor vida, y luego de este suceso la asociación sufrió diversos enfrentamientos para determinar quién mantendría el liderazgo del movimiento.

El año 1984, es uno de los años mas importantes para esta asociación, pues se da la construcción e inauguración del gran templo de Suza( Altar dedicado al Dios Supremo), ubicado en Takayama (Japón), el cual costó varios millones de dólares construir. Este templo es el actual centro de peregrinación de los miembros. Finalmente en 1984 se establece una de las ramas del movimiento con un nuevo nombre : Sûkyo Mahikari.



Estrategia de observación realizada

Nuestro grupo al elegir como visita la asociación religiosa “Mahikari”, pensó que sería una muy buena idea ya que muchos grupos asiáticos son bastante reservados y la mayoría de veces permanecen sin ser conocidos o estudiados y además, también, porque se rigen por costumbres y creencias bastantes complejas y contrarias a la concepción del mundo que tienen los occidentales. 

Decidimos usar como método de estrategia la “participante” ya que nosotros debíamos vivir, sumergirnos y experimentar las vivencias , sensaciones y emociones que los integrantes de este grupo tenían y sentían al recibir Okiyome y así poder posteriormente dar a conocer nuestro punto de vista sobre esta experiencia y realizar el trabajo . Por otro lado, al llegar al centro Mahikari , decidimos dividirnos de manera en que pudiéramos percibir todo lo que pasaba en ese momento. 

Por ejemplo, Renato se encargo de pedir folletos e información de esta secta en recepción, Cynthia y Tiziana se sacaron los zapatos, los guardaron en los casilleros junto con los de los chicos y empezaron a escuchar la teoría que te brindaba el señor que guiaba a la gente que participaba por primera vez , mientras que André recogía los carnets que debíamos utilizar para poder llevar a cabo esta experiencia. Al acabar nos reunieron a los cuatro, cada uno llenó su ofrenda con la cantidad de dinero que deseaba y subimos al tercer piso donde nos sentaron a todos. Pasaron unos minutos y dos personas se nos acercaron a decirnos si estábamos listos para recibir Okiyome, entonces eligieron a Renato y a Tiziana, quienes caminaron por una alfombra roja y al llegar al final de esta, en una cajita de madera metieron su ofrenda y rezaron. Luego, fueron al fondo del salón y realizaron la actividad en unos cojines amarillos donde durante media hora estuvieron en tres posiciones distintas: primero sentados diez minutos, luego de espalda y finalmente echados con una manta crema encima, mientras que Cynthia y a André tomaban sus lugares delante de nosotros en unas sillas en dos posiciones de manera que pudieran observar lo que estaba ocurriendo en la sala de espera. Al terminar cada guía los hizo arrodillar en el centro del lugar frente a una estatua, rezar, realizar tres venias y decir en voz alta “¡adiós con todos!”. Cuando los cuatro realizamos ese procedimiento, nos juntamos y bajamos a recepción donde tuvimos que dejar los carnets, ponernos los zapatos y recoger nuestros DNI. 

Si nuestro grupo hubiera utilizado la estrategia clásica y solo hubiéramos observado y recopilado información, no hubiéramos podido saber realmente porqué la gente desempeña esta actividad y qué beneficios les aporta a su vida. Por eso y en conclusión, el grupo ha entendido que ser parte de esta asociación significa tener un espacio de tranquilidad y espiritualidad, que a través del rezo puedes sanar lo que a cada uno en su vida le perjudica y tener un aura positiva. También tomamos algunas fotos al exterior para que se pueda observar en qué lugar nos encontrábamos, ya que dentro del recinto no se permitían.

Contexto de la Observación

A continuación mostraremos tres diagramas que nos ayudarán a entender el contexto en el que estuvimos ubicados. El templo Mahikari se divide en tres pisos.

1. Templo Mahikari


Mapas del interior del Templo




En el primer piso hay mucho movimiento. Las personas entran y deben hacer un par de procesos para poder llegar al proceso de la purificación. Las personas que entran deben sacarse los zapatos en un lugar especial para ingresar al templo en medias. Luego deben acudir a los baños para lavarse las manos y la boca y asi poder estar limpios para la purificación. Se encuentra la recepción, una pequeña sala de conferencias y una biblioteca/librería, la cuál esta para brindar información acerca de la asociación y donde también se pueden conseguir libros de esta misma.



El segundo piso, es un sitio especial, para reuniones de mayor importancia, conferencias, etc. Por ello el día que acudimos no transitaban muchas personas por ahí, pues no era un día de celebración o reunión importante. La gran mayoría de personas iban del primer piso directo al tercer piso.



En el tercer piso podemos observar el proceso de purificación. Las personas llegan al tercer piso, van a recepción y deben esperar a que llegue una persona que le pueda hacer la imposicion de manos. Para ello, deben pasar primero por el altar, hacer un par de venias y luego ubicarse en una de las sillas/colchoneta, para proceder con el proceso de purificación.

EXPERIENCIAS RELATADAS POR LOS INTEGRANTES

En los siguientes textos, se ha realizado una descripción detallada y subjetiva de los hechos más relevantes de la experiencia vivida y de la percepción que se tuvo acerca de estos por parte de cada uno de los integrantes del grupo durante la visita al templo "Sukyo Mahikari".

Dato curioso: Dentro del templo no estaba permitido grabar videos ni tomar fotos. A continuación pondremos algunas fotos que pudimos tomarnos fuera del templo.

sábado, 14 de mayo de 2011

Experiencia descrita por Tiziana Cerino

Al comienzo, cuando llegué al templo, me sentí un poco rara por las costumbres que habían, como sacarte los zapatos, lavarte las manos y la boca antes de subir a recibir okiyome, etc. Sin embargo, la gente es tan amable y desempeña tan bien sus labores que te hacen sentir como en casa.

A mi me gustó mucho ya que es un lugar con mucha tranquilidad y relajación en donde a la vez, compartes experiencias con los Okiyome, que son las personas que te explican todo el proceso. Por otro lado, cuando los okiyome empezaron a rezar por mi y me echaron en unos cojines donde tocaron zonas de mi espalda y cuello, sentí un gran alivio y una sensación extraña, como si me hubieran sacado un peso de encima. Otra cosa que me llamó mucho la atención es que cada vez que entra una persona, todo el mundo que está rezando saluda a la persona que se arrodilla. Además, se puede observar una diversidad de gente de diferentes niveles económico, cultural y profesional donde no segregan a nadie .

Por otra parte, el señor que me tocó, para que yo aprenda a recibir Okiyome, lo primero que hizo fue poner un carnet que decía que era mi primera vez, luego me hizo arrodillarme y saludar a todos los del salón. También, antes de echarme debía hacer tres venias, rezar una oración y dar tres palmadas. Este proceso lo tuve que repetir tres veces. Cuando acababa, empezaba todo el proceso espiritual, en el cual solo tienes que juntar tus manos y cerrar los ojos y el okiyome te tapa con una especie de colcha amarilla y pasados los treinta minutos, te levantas, vas hacia la entrada y en voz alta te despides de todos, quienes en seguida te responden con el mismo saludo.

viernes, 13 de mayo de 2011

Experiencia descrita por Renato Oliva

En realidad, visitar una nueva asociación religiosa diferente a la que yo estaba acostumbrado fue algo que no me esperaba. Desde que ingresabas al templo japonés Mahikari, se podía sentir una energía diferente, quizás proveniente de la gente que lo habitaba. Todo se encontraba completamente impecable y ordenado, la gente se saludaba mutuamente, se reía, se miraba e intercambiaba pequeñas conversaciones en el camino. 

Una vez en la puerta, una de las condiciones para poder tener acceso a todos los pabellones del lugar era que debíamos necesariamente quitarnos los zapatos, envolverlos en una bolsa y depositarlos en unos casilleros de madera a unos cuantos metros a la izquierda de la entrada y permanecer en medias tanto como durara la visita, así como también lavarnos las manos para mantener la limpieza del lugar. Ya en medias y con las manos limpias, procedíamos a entrar. Un señor de estatura promedio, bastante amable y cordial nos dio la bienvenida, nos atendió desde que pisamos el recinto y prácticamente fue nuestro guía en toda la experiencia. Nos brindó además vasta información sobre los orígenes de la asociación, la gente que la conformaba y las actividades realizadas diariamente. Para poder dejar huella de nuestra visita, tuvimos que acercarnos a la recepción del lugar, (a unos cuantos metros al frente de la puerta), para poner en una cartilla nuestro nombre, edad, y procedencia, y además dependiendo de las veces en que habíamos visitado el lugar, usábamos un color de tinta diferente para escribir. Nosotros, por ser primera vez, usamos el lapicero negro. Luego de esto, pasamos a hablar con la recepcionista para darle a conocer el motivo de nuestra visita, recibir información del grupo religioso (que venía en un pequeño libro que nos regalaron ahí mismo), y una colaboración voluntaria que depositabas en un sobre con tu nombre y edad y lo llevabas contigo a la altura del pecho hasta el tercer piso como ofrenda para Dios. Luego de esto y de recibir el folleto, el señor que nos atendió desde la entrada nos preguntó si realmente estábamos dispuestos a someternos a la llamada “imposición de manos”, que se creía sanaba males y te liberaba de la mala energía para eventualmente llevar una mejor y más larga vida. Al principio no sabía de qué estaba hablando, ya que lo primero que se me vino a la mente fue un señor vestido al estilo Budda, temblando al centro de una habitación y lanzando bendiciones por todos lados; pues no era así, no hasta que llegué y lo experimenté.

Yo y mis demás compañeros habíamos llegado con el espíritu de someternos a cualquier cosa que nos ayude a descubrir en primera persona la sensación transmitida y percibida por miembros de la asociación en esta actividad y comprendimos que no había mejor manera de hacerlo que a través de la inmersión y participación activa de cada uno de nosotros. Es por eso que aceptamos y nos dirigimos en compañía de nuestro guía-instructor hacia el tercer piso donde se llevaría a cabo la imposición. Yo sentía que estaba nervioso y temía la posibilidad de hacer algo mal o considerado “incorrecto” para ellos, que me haga pasar un mal momento o dejara disgustado a las personas del lugar. En realidad, por el contrario, fuimos tan bien instruidos en todo el camino hasta el último piso del recinto, que no cabía alguna duda de que lo haría bien y nadie me juzgaría por nada. En todo este recorrido, nunca dejé de sentir la fuerte energía del lugar, podía además percibir un zumbido dentro de mi cabeza y pequeñas ondas causadas por alguna razón que no lograba explicar. Era extraño, aunque no era la primera vez que me pasaba. Cuando llegamos, la primera impresión de ver a las personas sentadas, algunas con las manos alzadas hablando en voz alta un idioma diferente (que supuse era japonés), en una habitación amplia y ambientada, fue que era un estilo inusual de Yoga y que no sería tan difícil como pensé, aunque al final no fue así. Una señorita muy gustosamente nos atendió y nos llevó a una fila de sillas donde podíamos esperar nuestro turno leyendo un libro relacionado al tema u observando a los demás como se sometían. La posición de las personas dentro del espacio era bastante peculiar, algunas se encontraban sentadas en sillas, otras en la alfombra e incluso arrodilladas o echadas boca abajo paralelamente en filas y columnas a una cierta distancia de una a la otra, mientras algún miembro experimentado o dotado con la capacidad de transmisión y absorción de energía imponía las manos sobre el individuo inmóvil. Muchos de ellos se mostraban bastante relajados y “en paz”, lo que me hizo creer que después de todo nada podría ser tan malo como me lo imaginaba. No tardó mucho para que llegara mi turno, así que me llamaron para el saludo previo a la imposición. Primero, junto con el guía, me arrodillé al final de una alfombra larga que alcanzaba hasta el altar, (como cuando se van a casar en una iglesia), y que dividía en dos al grupo de personas que en el momento se encontraban sometidas a la imposición. Una vez arrodillado, pasé hacer unas venias y a saludar: “¡Buenas tardes!”, en voz alta hacia todos, los que a su vez respondieron en conjunto y con gratitud el mismo saludo. Consecuentemente, procedí a acercarme al altar, a arrodillarme nuevamente ante él y a realizar una serie de venias, una tras otra, hasta que el guía dio la orden de pararme y dirigirme a la persona que me impondría las manos. Una vez sentado en la silla de la “imposición”, el terapeuta u Okiyome, (como se hacía llamar), me saludó muy gustoso y me preguntó mi nombre, dónde estudiaba y el porqué de mi visita. En este momento, cometí el error más grande de todo el recorrido, cuando a la tercera pregunta respondí con: “Por un trabajo de antropología, necesitamos investigar sobre una asociación religiosa y someternos a lo que hacen”; esto fue lo peor que puede haber hecho, ya que el señor un poco disgustado y ofendido frunció el ceño y respondió con un “¿Qué?”, mirándome fijamente y posteriormente moviendo la cabeza de lado a lado en señal de desaprobación. Trató de ignorarlo y procedió a hacer unas cuantas venias más conmigo antes de iniciar. Todas las demás personas a mi alrededor continuaban con lo suyo y permanecían quietos en su lugar, al menos que ya hubieran terminado y sea hora de retirarse; la bulla no era problema para ellos ya que se encontraban muy concentrados o “metidos en sí mismos” como para hacer caso a ruidos. Luego de ello, el terapeuta me pidió que cerrara los ojos por 10 minutos, sin abrirlos por ningún motivo hasta que él lo diga. Después de esto, solo pude oírlo decir unas cuantas palabras rápidamente en japonés con periodos de silencio en ocasiones. Procedí, al abrir lo ojos, a echarme en un colchoneta con una manta que cubría la mitad de mi cuerpo, mientras que el Okiyome tocaba algunas partes de mi espalda y seguía repitiendo constantemente palabras en japonés. Al terminar la sesión, me sentía como “volando”, completamente relajado. El terapeuta me dijo al oído que ya había concluido la sesión y que me parara y doblara la manta que había usado. Esto me pareció muy raro, ya que fui el único al que le pidieron que lo haga, nadie más lo hizo. Me paré con un “Gracias, me siento muy relajado y mejor que antes”, sin recibir una respuesta. Regresé al altar, me despedí con las mismas venias que al principio y un fuerte buenos días para todos los presentes al final de la alfombra, tomé mis cosas y me senté leyendo en espera de mis demás compañeros. 

Fue una experiencia completamente fuera de lo común que me dejó sorprendido al poder ver que hay otras personas, en un sentido, iguales a mí, con diferentes percepciones y creencias acerca de la vida y diferentes maneras de vivirla, así como también la forma de comportarse y relacionarse muy gentilmente con otros, que si bien podrían no compartir las mismas concepciones e ideologías, son tan iguales a ellos como lo soy yo y por tanto merecen el mismo respeto y aceptación.

Para ver más información, clic en "Entradas Antiguas".

Experiencia descrita por André Genit

Mi visita al templo Mahikari significó una experiencia única de conocer un nuevo tipo de ideología, costumbres y creencias. Antes de llegar al templo no tenía ni la más remota idea de la ideología de estos, y menos aún cómo era el trato de los miembros de esta congregación de origen asiático. Al tener el conocimiento de que la congregación Mahikari pertenecía a una cultura oriental, tuve el presentimiento de que el trato con ellos iba a ser un poco difícil, ya que la gente de origen nipón tienden a mantener distancias y mucho respeto en sus relaciones, y mas aún, si es que iba por primera vez, me equivoqué. A continuación, contaré la experiencia que tuve en mi visita al templo.

Llegué a la cuadra 4 de la avenida Cesar Vallejo, y me encontré con mis compañeros de trabajo, decidimos entrar, y dejamos nuestro DNI en la puerta, donde el portero nos explicó que debíamos quitarnos los zapatos, ya que es una costumbre de los Mahikaris(y de muchos japoneses) no hacer uso de estos dentro del recinto. Una vez dentro del templo, procedimos a dejar nuestro zapatos en los casilleros y nos explicaron que antes de subir al piso donde se hace la imposición de manos es necesario dejar una ofrenda para la congregación. Después de dejar la ofrenda, nos dirigimos con el guía al salón de oración, donde nos separaron. Me asignaron a una señora de aproximadamente 60 años, la cuál me explicó cómo se debe saludar y hacer reverencia al Dios Su, en la alfombra roja, haciendo venias y tres palmadas, algo que nunca había hecho mas que en una que otra broma. Acto seguido, la señora que se me asignó, me puso en manos de otra señora probablemente de la misma edad, con la que me quedé hasta el final del ritual. Esta señora fue la encargada de hacerme el ritual de manos, primero nos sentamos frente a frente y me pidió que cerrara los ojos por 10 minutos, mientra ella oraba por mi alma, en ese momento tardé un poco en concentrarme y orar, cosa que al final conseguí. Se cumplieron los 10 minutos y la señora me empezó a hacer preguntas relacionadas con mi persona: qué estaba buscando, porqué estaba ahí, si era religioso, si sufría de algo, si conocía a algún miembro de la organización, etc. Después de conversar un momento y de contarme en que consistía el ritual, procedió con la purificación del alma, haciendo uso de la técnica de los puntos vitales, en varias ocasiones tocaba ciertos puntos de mi cuello, columna y de la cabeza, explicándome que tanto ella, como otros miembros que ya tienen basta experiencia saben que puntos del cuerpo tocar o en todo caso ubicar para poder hacer el ritual más efectivo. En total el ritual duró aproximadamente una hora, y al finalizar hicimos la misma reverencia del saludo, en la alfombra roja, despidiendo al Dios Su, y despidiéndonos con todos, como es costumbre dentro del templo, "Hasta luego con todos" dejando el salón de oración y encontrándome a mis compañeros al salir de esta.

Como dije anteriormente, fue una grata experiencia el haber asistido a esta congregación, ya que, antes que nada, jamás me habían hecho una imposición de manos, la cual no fue de la manera que yo pensaba, es decir, pensé en todo caso, que esta sería de una manera más ceremonial y aburrida. Todo lo contrario, me sentí a gusto, me di cuenta que los miembros que trabajan y atienden dentro de esta, desde el portero, hasta las mismas personas que hacen la imposición, son abiertos, amables y respetuosos, de la misma forma, también son muy sociables y acogedores y creen firmemente en sus creencias y en que la oración es la forma más sana y práctica de sanar el alma. Sin ánimos de exagerar, al salir del templo, sentí una tranquilidad que también se notó en mis compañeros, no sé si fue producto de la imposición o alguna sugestión mía, pero la verdad es que disfruté de esta nueva forma de percibir la oración. Otra de las cosas que me pareció curiosa y divertida, fue la forma como oran las personas, pronunciando palabras en japonés, adorando a su Dios, en tono alto y firmes en sus convicciones, algo que no suele pasar cada vez que alguien entra a la Iglesia Católica, en la cual no se acostumbra a manifestar tus oraciones o alabanzas de esa manera. De cualquier forma, por más que no pertenezca a esta congregación, y que me deba a otra forma de manifestar mi fe, siempre es bueno estar dispuesto a conocer y mejor aún, experimentar creencias o en todo caso ideologías y costumbres diferentes a las que uno está acostumbrado por nuestro entorno, ya que te permite descubrir y conocer, que tus costumbres no son las únicas existentes y uno debe estar predispuesto a recibir nuevas formas de ver las cosas.

jueves, 12 de mayo de 2011

Experienca descrita por Cynthia Nalvarte

Acudir al templo de la asociación Mahikari fue una experiencia nueva para mí. Los temas religiosos no son mi fuerte, no soy muy devota que digamos. Mahikari es distinto. 

Mi relato comienza así, al llegar nos pidieron un documento de identidad a cada uno para poder ingresar. En la entrada nos comunicaron que debíamos sacarnos los zapatos/zapatillas, típica costumbre japonesa. Lamentablemente, yo había ido con sandalias y aunque me las quité, me dijeron que para ingresar al templo, se debía tener medias y yo no las tenía. Pude apreciar en ese momento, la generosidad y sobretodo amabilidad de las personas de la asociación, pues no se hicieron problemas e intentaron todo lo posible por conseguirme un par de medias para así poder ingresar y llevar a cabo nuestro trabajo de observación. Luego nos pidieron que nos laváramos las manos y la boca, lo cual era para que a la hora de la purificación nuestros cuerpos se encuentren limpios. 

Nuestro recorrido empezó cuando un señor muy amable dijo que nos haría un recorrido por todo el templo, dándonos toda la información que pudiera, explicándonos la razón y motivo de la asociación y cómo todo se llevaba a cabo ahí dentro. Nos llevó a recepción y ahí tuvimos que poner en una lista nuestros nombres, nos dijeron que ello era para así poder tener contabilizada la cantidad de personas que asistían diariamente al templo. Luego, ahí mismo nos dieron un sobre en el cual si deseábamos, podíamos poner una ofrenda para el” Señor “, no había monto mínimo ni límite. También nos dieron un pequeño libro gratis a cada uno, que traía consigo la historia de la asociación y anécdotas de personas que han pasado por grandes experiencias en Mahikari. Nuestro guía comenzó su tour llevándonos al segundo piso, que en realidad era un piso desolado, pues es un salón especial para eventos especiales, ya sean reuniones o conferencias. 

Al llegar al tercer y último piso, realmente se sintió una energía distinta, era ahí donde se llevaba a cabo la purificación a través de la imposición de manos. Estaba lleno de personas. El guía nos explicó que para pertenecer a esta asociación no había ningún requisito en cuanto a la religión, es decir, era un sitio lleno de personas de distintas clases sociales, distintas profesiones, diversas religiones y edades. En ese piso, también pasábamos por una pequeña recepción, donde te explicaban lo que era la imposición de manos y te preguntaban si querías ser parte de ella. Nosotros, los cuatro integrantes del grupo, accedimos. Es un sitio que está realmente lleno de gente, por ello debimos esperar un poco para que algún Okiyome ( persona autorizada para dar la imposición de manos “Luz divina”), nos purificara por medio de la imposición de manos. Fue una señora de aproximadamente 45 años, la encargada de hacerme la imposición de manos, quien por cierto fue muy amable, debo admitir. Ahí comenzó el proceso, pasamos por el altar que estaba en el medio y debíamos arrodillarnos si podíamos, hacer un par de venias, decir unas oraciones y terminar con tres palmadas. Luego salíamos del altar y al tener una vista panorámica de todo el salón, se debía saludar a los que estaban presentes por medio de un “Hola”, lo cual me sorprendió, pues luego de mi saludo, absolutamente todas las personas te responden al mismo tiempo con el mismo saludo. Pude darme cuenta que son personas muy consideradas, amables y sobretodo personas que se encuentran bien consigo mismas. Mi proceso de purificación comenzó en una silla, en la cual te hacen juntar las manos y cerrar los ojos. Es ahí cuando todo comienza y empiezas a sentir una paz y tranquilidad interior mientras el Okiyome dice unas cuantas frases en japonés. Este proceso dura aproximadamente 30 minutos. Luego te echan en una colchoneta de espaldas y te dan nuevamente la luz divina por aproximadamente 20 minutos. La Okiyome que me atendió, me explico que ellos se especializaban en curar partes específicas del cuerpo, ya sea la espalda, las caderas, los brazos, el cuello, etc; y tratar de quitar el stress y curar el alma por medio de su luz divina. Me explicó también que a las personas que están enfermas y que acuden para que les den la luz divina, se les hace una imposición de manos de más tiempo, pues necesitan de una mayor cantidad de luz divina para alejar y eliminar sus problemas de salud. Mi rutina termino aproximadamente después de 55 minutos, la Okiyome y yo nos dirigimos nuevamente al altar y nos despedimos de todos con un “Hasta Luego”, el cual fue nuevamente respondido por todos. Mi Okiyome, se portó realmente muy bien conmigo, resolvió muchas de mis dudas acerca de esta asociación y me invitó a una conferencia a la cuál podía acudir si quería convertirme en Okiyome y así poder yo también dar “La luz divina”.

Finalmente nos dirigimos al primer piso, nos despedimos de las personas que nos habían atendido espléndidamente, recogimos nuestros zapatos y agradecimos mucho esta experiencia. Realmente puedo decir que fue una vivencia diferente pero satisfactoria, me sorprendió encontrar tantas personas con tantas buenas vibras, ya que hoy en día no es tan fácil encontrar personas así. Te renuevan las energías y pude comprender porqué practican la purificación, pues es algo que te fortalece tanto espiritualmente como físicamente.

Fotos Varias





















Libro que nos regalaron a cada uno al entrar al templo.