jueves, 12 de mayo de 2011

Experienca descrita por Cynthia Nalvarte

Acudir al templo de la asociación Mahikari fue una experiencia nueva para mí. Los temas religiosos no son mi fuerte, no soy muy devota que digamos. Mahikari es distinto. 

Mi relato comienza así, al llegar nos pidieron un documento de identidad a cada uno para poder ingresar. En la entrada nos comunicaron que debíamos sacarnos los zapatos/zapatillas, típica costumbre japonesa. Lamentablemente, yo había ido con sandalias y aunque me las quité, me dijeron que para ingresar al templo, se debía tener medias y yo no las tenía. Pude apreciar en ese momento, la generosidad y sobretodo amabilidad de las personas de la asociación, pues no se hicieron problemas e intentaron todo lo posible por conseguirme un par de medias para así poder ingresar y llevar a cabo nuestro trabajo de observación. Luego nos pidieron que nos laváramos las manos y la boca, lo cual era para que a la hora de la purificación nuestros cuerpos se encuentren limpios. 

Nuestro recorrido empezó cuando un señor muy amable dijo que nos haría un recorrido por todo el templo, dándonos toda la información que pudiera, explicándonos la razón y motivo de la asociación y cómo todo se llevaba a cabo ahí dentro. Nos llevó a recepción y ahí tuvimos que poner en una lista nuestros nombres, nos dijeron que ello era para así poder tener contabilizada la cantidad de personas que asistían diariamente al templo. Luego, ahí mismo nos dieron un sobre en el cual si deseábamos, podíamos poner una ofrenda para el” Señor “, no había monto mínimo ni límite. También nos dieron un pequeño libro gratis a cada uno, que traía consigo la historia de la asociación y anécdotas de personas que han pasado por grandes experiencias en Mahikari. Nuestro guía comenzó su tour llevándonos al segundo piso, que en realidad era un piso desolado, pues es un salón especial para eventos especiales, ya sean reuniones o conferencias. 

Al llegar al tercer y último piso, realmente se sintió una energía distinta, era ahí donde se llevaba a cabo la purificación a través de la imposición de manos. Estaba lleno de personas. El guía nos explicó que para pertenecer a esta asociación no había ningún requisito en cuanto a la religión, es decir, era un sitio lleno de personas de distintas clases sociales, distintas profesiones, diversas religiones y edades. En ese piso, también pasábamos por una pequeña recepción, donde te explicaban lo que era la imposición de manos y te preguntaban si querías ser parte de ella. Nosotros, los cuatro integrantes del grupo, accedimos. Es un sitio que está realmente lleno de gente, por ello debimos esperar un poco para que algún Okiyome ( persona autorizada para dar la imposición de manos “Luz divina”), nos purificara por medio de la imposición de manos. Fue una señora de aproximadamente 45 años, la encargada de hacerme la imposición de manos, quien por cierto fue muy amable, debo admitir. Ahí comenzó el proceso, pasamos por el altar que estaba en el medio y debíamos arrodillarnos si podíamos, hacer un par de venias, decir unas oraciones y terminar con tres palmadas. Luego salíamos del altar y al tener una vista panorámica de todo el salón, se debía saludar a los que estaban presentes por medio de un “Hola”, lo cual me sorprendió, pues luego de mi saludo, absolutamente todas las personas te responden al mismo tiempo con el mismo saludo. Pude darme cuenta que son personas muy consideradas, amables y sobretodo personas que se encuentran bien consigo mismas. Mi proceso de purificación comenzó en una silla, en la cual te hacen juntar las manos y cerrar los ojos. Es ahí cuando todo comienza y empiezas a sentir una paz y tranquilidad interior mientras el Okiyome dice unas cuantas frases en japonés. Este proceso dura aproximadamente 30 minutos. Luego te echan en una colchoneta de espaldas y te dan nuevamente la luz divina por aproximadamente 20 minutos. La Okiyome que me atendió, me explico que ellos se especializaban en curar partes específicas del cuerpo, ya sea la espalda, las caderas, los brazos, el cuello, etc; y tratar de quitar el stress y curar el alma por medio de su luz divina. Me explicó también que a las personas que están enfermas y que acuden para que les den la luz divina, se les hace una imposición de manos de más tiempo, pues necesitan de una mayor cantidad de luz divina para alejar y eliminar sus problemas de salud. Mi rutina termino aproximadamente después de 55 minutos, la Okiyome y yo nos dirigimos nuevamente al altar y nos despedimos de todos con un “Hasta Luego”, el cual fue nuevamente respondido por todos. Mi Okiyome, se portó realmente muy bien conmigo, resolvió muchas de mis dudas acerca de esta asociación y me invitó a una conferencia a la cuál podía acudir si quería convertirme en Okiyome y así poder yo también dar “La luz divina”.

Finalmente nos dirigimos al primer piso, nos despedimos de las personas que nos habían atendido espléndidamente, recogimos nuestros zapatos y agradecimos mucho esta experiencia. Realmente puedo decir que fue una vivencia diferente pero satisfactoria, me sorprendió encontrar tantas personas con tantas buenas vibras, ya que hoy en día no es tan fácil encontrar personas así. Te renuevan las energías y pude comprender porqué practican la purificación, pues es algo que te fortalece tanto espiritualmente como físicamente.

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